jueves, 3 de diciembre de 2009

CAMBIA, TODO CAMBIA

CAMBIA, TODO CAMBIA

Dice Mercedes Sosa que todo cambia, y tiene razón, por eso que me atrevo a parafrasear su canción. “Cambia lo superficial, cambia también lo profundo, cambia el modo de pensar y cambia todo en este mundo.” Yo he cambiado mucho últimamente, demasiado tal vez. “Pero si todo cambia, que yo cambie no es extraño”.
Existe un momento en la vida en el que es necesario renovarse, transformarse y buscarle un nuevo sentido a nuestra existencia. Siempre se puede mejorar, siempre se puede buscar mayor satisfacción y mayor felicidad en las cosas comunes y siempre se puede cambiar. Cambiar para crecer, cambiar para madurar, cambiar para ser mejor, cambiar para evitar que nuestra vida se convierta en un pantano de rutina y de aparente insatisfacción.
El tiempo es impredecible, puede ser tu más excepcional aliado, o puede llegar a ser tu más grande verdugo. Cuando te vas dando cuenta, que los años pasan, que el tiempo transcurre tanto en tu cuerpo como también mente, comienzan muchos cambios dentro de ti. Todos cambiamos diariamente, nos transformamos, muchas veces maduramos, pero otras más, envejecemos. Si maduramos, logramos que los años, el tiempo y los acontecimientos vividos, nos den una gama inmensa de experiencias de vida, que nos permiten disfrutar de los años restantes por vivir, con fortaleza, con energía, con vigor y optimismo. Pero en cambio, si los años nos han hecho sentir que vamos envejeciendo, nos empezamos a sentir cansados, fastidiados, adoloridos no solo del cuerpo sino también del alma. Esta diferencia solo depende de nosotros, de nuestra actitud, de cómo veamos la vida, de cómo aprendamos a afrontarla, de cómo aprendamos a cambiar nuestras alas como lo hacen las águilas. Que estemos dispuestos a hacer un alto en el camino, resguardarnos un tiempo para reconstruirnos mental y emocionalmente y volar hacia lo alto donde podamos comenzar un proceso de renovación.
Yo, en algún momento me he llegado a sentir cansada, he llegado a sentir que me falta el vigor y la energía para salir al mundo a seguir peleando y a seguir luchando en el día a día. El tiempo transcurrido, me ha hecho pensar que el camino que falta por recorrer, va perdiendo sentido y se va uno envolviendo en la rutina, en solo ver pasar el tiempo, en vivir sin metas, sin ideales, olvidando los sueños que algún día soñamos que realizaríamos. ¿Por qué entre en ese círculo de descontento? ¿Por qué permití que mi vida se volviera plana y sin motivaciones? No lo sé, tal vez se vuelve uno tan exigente con la vida misma, que quieres siempre más y mejor, o bien, tal vez con el tiempo, deja uno de valorar, deja uno de percibir que en la vida hay cosas verdaderamente importantes y valiosas que están ahí, y que muchas veces no podemos ver, pues el tiempo también nos volvió ciegos, y no vemos, o no queremos ver, las grandes posibilidades que tenemos para ser felices. Nos ahogan nuestros resentimientos, vicios y malas costumbres, volviendo nuestra vida gris. O quizá, solo es esa interna necesidad de búsqueda y de renovación positiva la que nos obliga a buscar fuentes y formas de transformación.
Pero afortunadamente todo puede cambiar, porque así como “Cambia el más fino brillante, de mano en mano su brillo”, se puede cambiar también el rumbo y la visión de la vida. La vida es un laberinto de extrañas situaciones que nos llegan a sorprender una tarde cualquiera. Un día que parecería completamente normal, tedioso, aburrido, como siempre, encontramos queriendo o sin querer la fórmula secreta para logra el cambio que necesitábamos. Un detonante, una chispa que prende la mecha que se vuelve en un “antes” y en un “después”. Algo cambia que logra que en lugar de solamente vivir, realmente comencemos sentirnos vivos. Algo o “alguien” nos invita a saborear la vida de otra manera y desde otra perspectiva.
Pero también, si “cambia el nido el pajarillo, cambia el sentir un amante, y cambia el rumbo el caminante”, también entiendo que cambie lo que está a nuestro alrededor. Lo que nos hacía feliz, puede ser que cambie y ya no se encuentre, lo que anteriormente nos llenaba, repentinamente desaparezca, un atinado consejo con el que se contaba, misteriosamente se haya esfumado. Pero así es la vida, todo cambia. Si teníamos a un gran “amigo” puede ser que algo provoque que él, cambie y ya no esté presente. Nada personal tal vez, puede ser solo la casualidad, puede ser solo las circunstancias de la vida o puede ser que como uno cambia, los amigos también lo hagan y tampoco debiera parecer extraño.
Cambiar, transformarse, renovarse, y evolucionar, debiera ser para todos una obligación. Una necesidad interna que por naturaleza se dé cuando el cuerpo y la mente lo pida. Cuando los sentimientos se estanquen, cuando la ceguera emocional nos impida ver la felicidad que esta junto a nosotros. Cuando se tenga la necesidad de cómo el águila, renovarse y rejuvenecer para vivir plena e intensamente la vida restante.

domingo, 22 de noviembre de 2009

SENTIRSE VIVO

SENTIRSE VIVO

Muchas veces en nuestra vida, vivimos sin realmente disfrutar de nuestra existencia. Vivimos una vida plana y monótona como si nuestro único objetivo fuera subsistir, como si nuestra idea de “vivir” radicara solo en dejarse llevar por las circunstancias, solo moverse a donde los vientos nos arrastren y como si no pudiéramos, o no quisiéramos tomar las riendas de nuestra vida, y vivirla intensamente. Tenemos que vivir pero más que eso, debemos buscar el “sentirse vivo”, como cuando de niños jugábamos, reíamos y disfrutábamos de cada momento. Porque no existe nada mas lleno de vida, que un niño jugando.
Los niños normalmente brincan, corren, saltan, incluso se caen, lloran, buscan consuelo, pero se vuelven a levantar y continúan lo que están haciendo como si nada hubiera pasado. Nada les impide explorar, conocer y adivinar. Son creativos, imaginativos, cuentan historias, inventan, ríen, se enojan, se contentan y vuelven a reír. No paran de hablar, todo preguntan y todo quieren saber. Se asombran, admiran, se apasionan. No existe una prueba más grande de vida, que un niño. A un niño se le nota la sangre correr por sus venas, se le nota la energía, se le nota la vida. A los niños, les gusta sentirse vivos.
Tal vez mientras uno va creciendo, vamos perdiendo vida. Vamos dejando morir al niño que fuimos, vamos perdiendo parte de nuestra esencia y nos vamos trasformando. Dejamos de correr, dejamos de saltar, de jugar como cuando éramos niños, de gozar como cuando éramos niños, de sentir como cuando éramos niños. Cuando caemos, no nos es suficiente buscar consuelo para volvernos a levantar. Si caemos, nos lamentamos, sufrimos, y llegamos a sentir rencor y odio contra quien creemos que nos hizo caer, y difícilmente nos levantamos para continuar con nuestra vida. Nos cuesta mucho preguntar, pues nos da miedo que piensen que somos ignorantes, disimulamos, mentimos y engañamos a otros pero principalmente a nosotros mismos. Cuando crecemos pareciera que deja de correr sangre por nuestras venas. Pareciera que al crecer, dejamos de sentirnos vivos, para solo dedicarnos a vivir, para solo dejarnos llevar, para solo resistir las dificultades de la vida.
Pasamos la vida sin sentir, haciendo lo que comúnmente hacemos, hablando con quien normalmente lo hacemos y asumiendo nuestras “obligaciones” en la vida como si esos fueran nuestras “razones” para vivir.
Para sentirse vivo, se necesita mucho más que sobrevivir, que solo ver pasar la vida. Mucho más que dejarse vencer por la rutina. Pasan los minutos, las horas, los días y los años, sin que sintamos que hemos vivido, sintiendo que solo hemos recorrido un camino sin principio y sin final. No sabemos dónde está la meta para correr tras ella, simplemente andamos el camino sin rumbo y sin dirección. Para sentirse vivo se necesita encontrar el motivo para vivir, el impulso para desear abrir los ojos cada mañana. Necesitamos la razón para vivir, la razón para sentir, la razón para ser.
Para “sentirse vivo” debemos de amar. Amar con locura, con pasión, con total renuncia, entregando no solo el cuerpo, sino el alma completa, desnuda, y sin reservas. Besar pero no solo con los labios, sino con el corazón, tratando de decir sin palabras lo que se siente, lo que es uno capaz de hacer por el otro, es sentirse vivo. Fundirse en un largo y silencioso abrazo, como si el cuerpo se quisiera unir permanente al cuerpo del otro, tratando de que cada poro de nuestro cuerpo exprese el sentimiento, lo que uno es, lo que uno ama, eso es sentirse vivo. Dar sin límites, sin condiciones, sin pensar en uno mismo, a pesar de correr el riesgo de sufrir, es sentirse vivo porque finalmente sufrir, también nos hace sentir vivos.
Para “sentirse vivo” debemos de aprender a respirar. Respirar profundamente tratando de tomar todo el aire existente, todo el oxigeno que nos regala día a día la naturaleza, intentando que absolutamente cada parte de nuestro cuerpo lo reciba también. Intentar que en un respiro, entre a nuestro cuerpo toda la carga positiva que se necesita para dar vigor a nuestro cuerpo, a nuestra mente y a nuestro espíritu.
Para “sentirse vivo” debemos de aprender a sonreír. No importa a quien, no importa porque. Sonríe al mundo, por estar vivo, por haber nacido, por estar solo o por estar acompañado. Por tener problemas sonríe, que son oportunidades para pensar y buscar soluciones y darte cuenta que estás vivo, que piensas, que puedes salir adelante. Sonríe a tus amigos, pero no olvides sonreír a tus enemigos. Unos y otros te dan muestra de fortaleza para seguir y para sentirte vivo.
Para “sentirse vivo” debemos aprender a sentir. Siente la sangre correr por tus venas, siente todas las emociones que te da la vida, siente tu cuerpo centímetro a centímetro, siente el cansancio por el trabajo diario, siente dolor y el sufrimiento, siente la nostalgia y la melancolía, siéntelo todo, siente la vida.
Sentirse vivo es amar profundamente, sufrir intensamente, reírse fuertemente, llorar sutilmente, enfrentar la vida valientemente. Vivir sin miedo a equivocarte ya que el fracaso te dará oportunidad de comenzar un nuevo camino. Vívelo y siéntelo. Emociónate de cosas simples que te regala la vida diariamente. La naturaleza, el paisaje, el día, la noche, las estrellas.
Toma la vida en tus manos y no la sueltes, es tuya, disfrútala. Ama, respira, sonríe, siente cada gota de tu existencia. Intenta nuevamente ser niño viviendo y disfrutando como lo hacías cuando eras pequeño, como cuando caías rendido de cansancio por haber jugado y disfrutado el día entero. Has todo lo que tengas que hacer, porque cada día de tu vida, hasta el último día de tu presencia en este mundo y hasta el último aliento, corra la sangre por tus venas y puedas realmente SENTIRTE VIVO.

domingo, 15 de noviembre de 2009

UN SUEÑO

UN SUEÑO

Siempre hemos escuchado que “la vida es sueño” pero nunca como ahora he notado lo cierto y profundo de esta frase. Algunas veces los sueños son motores que nos empujan hacia una meta, hacía un objetivo, hacia un deseo, hacia un futuro. Pensamos, ideamos, planeamos, incluso imaginamos nuestra vida de tal o cual manera, soñamos con esa vida y llegamos a vivir de acuerdo con ese sueño. Hay quien sueña con riqueza, otros con amor, algunos para quienes el sueño es poder y fama, en fin, existen gran variedad de sueños. Cada uno tiene un sueño, cada quien sueña con lo que quiere soñar, y todos creemos que si alcanzamos el sueño, invariablemente esto nos dará la felicidad.

En algunas ocasiones vivimos “soñando” sin que finalmente concretemos nada. La vida se nos pasa planeando sin hacer, soñando sin nunca despertar para poder realizar. Otras veces, vivimos tan rápidamente, enredados en el día a día, que nos hace falta detenernos y soñar un poco. Darnos un respiro, contenernos y olvidarnos por un instante de la realidad, para tener oportunidad a que nuestra mente e inclusive nuestro corazón, nos ofrezcan la oportunidad de llevarnos al mundo de los sueños. Incluso, habemos quienes en ocasiones, olvidamos nuestros sueños. Esos sueños que nos hicieron vibrar, esos sueños que nos permitieron emprender el vuelo, ese vuelo que prometía llevarnos hacia el éxito, hacia el amor, hacia la felicidad. Cuando olvidamos nuestros sueños, olvidamos nuestra razón de existir, olvidamos nuestra esencia, olvidamos lo que nos hace sentir y lo que hace correr la sangre por nuestras venas.

Desafortunadamente también hay pesadillas, sueños desagradables, sueños terribles como los que sueñan los niños cuando despiertan gritando y llorando, buscando los brazos de sus padres para encontrar consuelo. Esas pesadillas que todos hemos tenido y que muchas veces llegan sin dar aviso.

Cuando mi madre murió, yo estaba segura de que se trataba de un sueño, de un mal sueño del que no tardaba en despertar. Era imposible lo que estaba sucediendo, no podía creer que de un día para el otro, mi madre ya no estaba. Hable con ella, la escuché, platicamos como siempre, y de repente, ya no estaba, se había ido. Con todas mis fuerzas, con toda mi alma tenía el deseo de despertar, de abrir los ojos y darme cuenta que estaba soñando, que aunque era un sueño horrible, era solo eso, un sueño. Cada día que pasaba, mi mente insistía en decir “no te preocupes, es solo un sueño”, pero no fue así, nunca desperté, nunca soñé, era realidad, ella ya no estaba y jamás la volvería a ver.

En la vida hay momentos en los que en que extrañas mucho a una persona, y quisieras hacerla salir de tus sueños para poder estrecharla fuertemente en tus brazos. Tenerla junto a ti por lo menos unos instantes para poder tocarla, para poder sentirla. Tu mente te hace dudar si existe o solamente es una creación de tu imaginación. Es en esos momentos, cuando deseas con toda tu alma sentir, abrazar y besar a esa persona, es cuando despiertas y afirmas que efectivamente, solo es un sueño.

Entonces, por momentos la realidad es sueño y los sueños son realidades. En ocasiones nuestros sueños nos confunden y nuestra mente nos traiciona creyendo que lo que nos duele y nos lastima es solo un sueño del que vamos a despertar tarde o temprano, cuando en realidad no es así, nunca nos despertaremos. O bien, eso que estamos disfrutando, que nos hace felices, es en realidad un sueño que nuestra mente ha creado como mecanismo de defensa para “creer” que en realidad somos felices cuando verdaderamente no lo somos.

Así que, sean sueños o realidades, habrá que disfrutar lo que venga como venga. Lo malo, afrontarlo evitando a toda costa evadirlo y transformarlo en aparente sueño. Así como la pérdida de mi madre, la he asumido de la mejor manera posible, aceptando que es una realidad y nunca fue un sueño, logré convertirla en aprendizaje, en aprendizaje de vida. Este mal sueño del que lamentablemente nunca hubo despertar, me enseño a valorar lo que se tiene, en el momento que se tiene. Aprendí a nunca dejar pasar tiempo sin decirle a la gente que quieres, cuanto la quieres y lo mucho que significan para ti, porque si no lo haces, puede ser tarde. Aprendí a ser agradecido con la gente que en algún momento te ha ayudado y apoyado y más que nada, aprendí a ser fuerte, a ser valiente y sobre todo y lo más importante, desde ese momento, sé exactamente como quiero que mis hijos me recuerden, de la misma manera en que yo, todos los días, me acuerdo de mi madre.

Pero los sueños buenos, los agradables, los que nos hacen sentir bien, también pueden ser efímeros. También puede despertar uno, de un momento a otro y darnos cuenta de que el sueño terminó y comienza la realidad. Esa vida tranquila y segura sin aparentes problemas, puede ser solo un espejismo de un largo sueño que puede terminar sin que nos lo esperemos. Sin anticiparse, sin anunciarse y sin sospecharlo, puede acabar el agradable sueño, y comenzar la cruda realidad.

Una persona que nos ha dado apoyo incondicional, agradable compañía, amistad aparentemente sincera y un aliento de vida, puede ser también un sueño del que tarde o temprano se despertará cuando la ausencia sea larga, cuando el silencio se vuelva doloroso y cuando finalmente el apoyo sea solo un recuerdo. En la noche del agradable sueño que sirvió para recordar, para reflexionar, para aprender, finalmente se termina despertando. Pero el aprendizaje, vuelve a ese sueño valioso. Finalmente el sueño parece terminar, pero al salir el sol, cuando la noche del sueño ha terminado, se despierta con una sensación de felicidad.

Por lo pronto, habrá que buscar a alguien que te regale una sonrisa, pues basta una sola de ellas para que el más triste día se transforme en otro mejor, despejando de tu mente las pesadillas y los sueños dolorosos. Encontrar a alguien que haga sonreir a tu corazón. Encontrar a quien sea capaz de mostrar las cosas positivas cuando tu estas a punto de tocar fondo y que sea capaz de marcar tu vida y alegrarte cuando mas lo necesitas. Sea sueño o realidad, buscar hasta encontrar a esa persona, ya que la vida no se cuenta por las inhalaciones sino por los momentos que te han cortado la respiración. Si esa persona de verdad existe, cuidala y trata de conservala por siempre, y si no es mas que un sueño, disfrutalo y valoralo mientras dure, que aunque la noche parezca que es muy larga, tarde o temprano, habrá que despertar y darse cuenta cuenta, que el sueño terminó.

martes, 10 de noviembre de 2009

ANGEL

ANGEL
Siempre he sabido que Dios me tiene entre sus personas favoritas. Me he considerado siempre una “Chica con Suerte”, pero creo más bien que Dios se ha encargado de enviarme mensajes que he aprendido a escuchar. Esas señales que nos manda a todos, pero que para algunos es muy difícil percibir. Yo si puedo, si escucho y si me dejo llevar por esos mensajes enviados de distintas maneras. Esos mensajes que me han llevado los ángeles con los cuales me he topado a lo largo de la vida.
Un “Ángel” es quien lleva un mensaje, un mensajero de Dios. Estoy convencida de que los ángeles son entes existentes, vivientes de carne y hueso, que no saben que ellos son un ángel para alguien. Llevan el mensaje a quien corresponde inclusive sin intención de hacerlo, pero lo hacen justo en el momento correcto y a la persona indicada. Dios da secreta instrucción a “alguien” para llevar un mensaje a quien lo necesita. Hay quienes reciben el mensaje pero no lo notan, no lo saben escuchar y mucho menos entienden el contenido o significado del mensaje.
Se necesita ser sensible y tener la mente muy abierta para percibir los llamados del destino o de la suerte o de cómo se le quiera llamar. Pero ahí están, justo cuando se necesita y justo como se necesita. Cuando un amigo, o persona conocida nos da el consejo que nos ayuda a encontrar la salida, él es un ángel. Cuando nos hallamos solos en un apuro y un desconocido nos brinda auxilio, él es un ángel, o cuando alguien sin saber porqué, nos regala una sonrisa o una palabra de aliento, que nos hace ver de nuevo la luz, ese definitivamente es un ángel mensajero.
Incluso, los hijos, son ángeles que se nos han enviado para dar un giro a la vida, para renovarnos, para darle otro sentido al esfuerzo, al trabajo y llegan para orientar nuestras motivaciones. Los amigos que llegan y se van, son ángeles que llegan en el momento justo para llevar el mensaje de “aliento” y se van a cumplir otra misión en otro lado. Afortunados si conservamos a un verdadero amigo por mucho tiempo, significa que todo ese tiempo tendremos junto a nosotros a un ángel.
Los ángeles vienen y van y así, puede ser que uno también en algún momento de convierta el ángel de cualquiera, dando el mensaje que alguien necesitaba recibir y que nosotros somos portadores de él.
Tenemos necesariamente que saber escuchar, saber percibir estos mensajes, y darnos la oportunidad de conocer a estos ángeles mensajeros que nos dejan destellos de grandeza, de liberación, de transformación. Nada es casual, todo llega por algo y cualquier mensaje recibido tiene necesariamente un propósito. Es importante buscar dentro de nosotros para conocer exactamente cuál es plan oculto diseñado cuidadosamente por Dios. Él no se equivoca, nunca se equivoca.
Lo negativo, lo que causa dolor, las perdidas, el sufrimiento, también son un mensaje divino. Pueden llegar a ser un camino para llegar al lugar correcto. Las lágrimas al principio nublan los ojos, pero finalmente los limpian para poder ver más claro todo lo bueno que hay a nuestro alrededor. Cuando hemos vivido por mucho tiempo en un sueño profundo, necesariamente necesitamos un “pesadilla” para despertar.
Así que, desarrollemos ese sexto sentido que todos tenemos, para lograr la habilidad de descubrir a todos los ángeles que nos rodean. Escuchemos con atención y guiemos nuestra vida tomando como brújula esos mensajes divinos que solo tienen el propósito de orientarnos y de ubicarnos en una vida mejor, en una “buena vida”. Limpiemos nuestros corazones de cualquier mal sentimiento, de odios, rencores o malos pensamientos, y procuremos compartir lo bueno que tenemos, para lograr llegar a ser también un ángel para alguien, ofreciendo un mensaje positivo a quienes nos rodean y para quienes necesitan al menos, una sonrisa que les de fuerza para levantarse cada día.

viernes, 6 de noviembre de 2009

TODO PASA

TODO PASA

En la vida tenemos cosas buenas y cosas malas. Algunas cosas que vivimos nos causan alegría y otras desafortunadamente nos dan tristeza. Las cosas buenas nos gustaría que duraran por siempre, que fueran infinitas, que nunca desaparecieran. El éxtasis que provoca un gran amor, la cariño de una amistad verdadera, la ternura de nuestros padres, la protección de nuestros hermanos, la infancia de nuestros hijos, la juventud y la belleza son algunas cosas que nos gustaría tener por siempre y para siempre. El primer beso, la primera caricia, el primer “te quiero”, son momentos que quisiéramos dejar suspendidos en el tiempo y que nunca desaparecieran, que fueran instantes eternos, instantes que nunca se perdieran, que nunca se borraran, que nunca se olvidaran. Las cosas bellas, las cosas agradables, las cosas que nos dan felicidad, no duran por siempre, son oportunidades que nos da el destino para ser felices por momentos y acumular fuerzas para soportar lo malo. Si, lamentablemente lo que nos da felicidad no perdura para siempre, lo bueno pasa…todo pasa. ¿Cuánto dura lo bueno? Nadie lo entiende, nadie sabe porque en un abrir y cerrar de ojos se acaba el amor, se acaba la felicidad, se acaba el gozo, se acaba lo bueno. Desafortunadamente las cosas que nos llenan de alegría, duran mucho menos de lo que a uno le gustaría, mucho menos de lo que uno espera y aunque estos momentos durarán más…para nosotros, de cualquier manera sería poco. Nunca nos llenamos, nunca nos sentimos satisfechos, siempre queremos más. De lo bueno nunca nos cansamos, incluso, a lo bueno nos acostumbramos, se nos hace cotidiano ver a nuestros hijos sanos, se nos hace rutina ir a trabajar, nos parece lógico y obvió ver todos los días a nuestra pareja ahí, esperando siempre. Nunca valoramos, nunca cuidamos, nunca apreciamos en la magnitud que tiene, lo bueno que poseemos, siempre nos inconformamos, siempre nos quejamos y nunca agradecemos a quien nos ayuda, a quien nos acompaña, a quien nos quiere, a quien nos da cariño y alegría, aunque sea un poco. Pero muchas veces olvidamos que lo bueno pasa…todo pasa.
Las cosas malas, esas cosas que nos causan pena, que nos causan tristeza, son situaciones que quisiéramos evitar, que quisiéramos nunca vivir, que quisiéramos jamás tener en nuestras vidas. La pérdida de un ser querido, el olvido de un amigo, el accidente o el incidente negativo, el desamor, el adiós…son momentos de tristeza, momentos de dolor que nos hacen sufrir, que nos hacen sentir que el mundo se ha puesto en nuestra contra. El sentimiento que nos queda después de sufrir una enfermedad, una agresión, una traición, una pérdida, incluso del desamor nos llega a transformar, sentimos que se nos cae el mundo encima, nos altera, nos hace perder la calma, perdemos la tranquilidad, nos desalienta, nos deprime. Lo malo lo sentimos como algo personal…se pregunta uno ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo?…pero, ¿Y porque no? ¿De qué privilegio gozamos para nosotros no sufrir? Afortunadamente lo malo también pasa…todo pasa.
Los momentos malos, de sufrimiento y de dolor, son lecciones que nos da la vida para aprender, para valorar, para apreciar lo bueno. Sufrir nos hace reconocer el gozo. El desaliento nos hace apreciar esfuerzo, el desamor no hace distinguir a quien aún nos ama, perder nos enseña el placer de ganar. Lo malo nos obliga a apreciar lo bueno, a saborear lo bueno, a valorar lo bueno. Lo malo da inicio a lo bueno. Los extremos terminan uniéndose en el círculo de la vida. Pero finalmente habrá que disfrutar cada instante que nos ofrezca nuestro destino, ya sea que sean instantes para gozar o para aprender, porque tanto lo bueno como lo malo pasa…todo pasa.
Así que, ya sea que en estos momentos estés viviendo algo bueno o tal vez algo malo, disfrútalo, aprende, saboréalo, porque afortunada o desafortunadamente pasará, todo en la vida pasa y lo que te pasa a ti, no es la excepción.

SIGO SIENDO UNA CHICA CON SUERTE

SIGO SIENDO UNA CHICA CON SUERTE

Siempre he sido una “Chica con suerte”. Desde siempre he sentido que la suerte me acompaña y me guía para poder estar en el lugar indicado en el momento adecuado. Para bien o para mal, lo importante es reconocer estos momentos y saber que son instantes que formarán parte de nuestras vidas y de nuestros recuerdos.


Estuve muy ocupada todo el día, subir, bajar, entrar y salir, sin percatarme de la hora. Un día como tantos, nada especial, las mismas ocupaciones y preocupaciones de siempre.
Cuando finalmente logre un espacio, un respiro del ajetreo diario, prendí mi computadora y cual va siendo mi sorpresa. Eran exactamente las 12:55 p.m. y era la hora justa en la que la “suerte” me llevó a estar frente a la computadora. Una conferencia en tiempo real transmitida vía internet. ¿El tema de la conferencia? Realmente no sé con exactitud, no puse mucha atención al contenido, ni siquiera al mensaje enviado por el conferencista. Simplemente fue impactante escuchar la voz. Una voz conocida que tenía muchos años de no escuchar, tal vez, demasiados años, toda una vida. Hoy me transporte en un túnel del tiempo…al escuchar la voz, entre en un remolino de recuerdos y de pensamientos del pasado. Buenos recuerdos, instantes vividos que en su momento me hicieron feliz y que hoy, me permitieron olvidarme de los problemas y preocupaciones del presente y remontarme a esos años, que aunque en el momento uno no lo sepa, serán por siempre “Años maravillosos”. Los recuerdos de esos “buenos años”, me permitieron, por lo menos el día de hoy, y por un largo rato, tener pintada en mi cara…una sonrisa.

No significa que el presente no sea valioso, que no sea importante o que no tenga gran significado, por supuesto que sí, pero tuvo un “antes” que dio entrada al “después”, al hoy, al presente. Sin pasado no hay presente y nunca habrá futuro. Esa puerta al pasado da constancia de lo vivido, de lo experimentado y de las emociones sentidas.
Siempre he escuchado que es importante “cerrar círculos”, no dejar “pendientes”, para poder, tranquilamente “dar vuelta a la página” y seguir hacia adelante. Probablemente sucesos de nuestra vida pasada quedan ocultos en nuestro subconsciente y algún día, por algo, salen sin darnos cuenta. Ese “pendiente” que teníamos, regresa a nuestra mente y si eres afortunado y con suerte como yo, podrás dar una “aclaración” o una disculpa a la persona ofendida, o tal vez un simple “Gracias” a quien en algún momento te hizo bien, o mejor aún, hacer un reconocimiento a quien sin importar lo que seamos el día de hoy, en donde y con quien estemos, tiene un espacio de tiempo y de cariño para quien, que algún día, fue importante en su vida. Gracias.

Y es que en la vida, algunas veces tiene uno la suerte de encontrarse con grandes personas. Personas que dejan una profunda huella que en ocasiones dura por siempre. Personas de cualquier tipo, de cualquier profesión que conocemos por casualidad o por “causalidad”. Personas que por algo, han transitado por nuestras vidas dejando un mensaje, una enseñanza, un aprendizaje que en muchas ocasiones, nos sirve para llenar los vacios que se van formando en nuestra vida, en nuestra alma, en nuestro espíritu o en nuestro corazón.

Esas personas especiales no se encuentran por millares, desafortunadamente son garbanzos de a libra. Son una en un millón. Lo curioso es que reconocerlos no es difícil, al contrario, en cuanto los conocemos, sabemos que serán especiales, sentimos una atracción instantánea, una magia que inmediatamente nos da la señal de que esa persona, es diferente, es única y dejará huella.
¿Quién no recuerda a un gran maestro? Esos maestros que tuvimos y que dieron cátedra en el aula pero también fuera de ella. Maestros que nos enseñaron con el ejemplo, con el compromiso y la responsabilidad. Que compartieron sus conocimientos pero que también lo hicieron con sus experiencias, con sus aciertos e inclusive, tuvieron la madurez de compartir sus errores. Maestros que sencillamente se ganaron nuestra absoluta admiración y que nos dejan para siempre sus enseñanzas y nos dan aprendizaje no tanto académico sino un aprendizaje de vida. ¿Y los amigos? A esos amigos que se vuelven compañeros de nuestra existencia. Amigos que comparten tristezas pero igualmente aprenden a saborear juntos las alegrías. Amigos que disfrutan las coincidencias pero que también respetan las diferencias. Esos amigos que aunque ya no estén, se volvieron entrañables cómplices de aventuras y oyentes incansables de historias infinitas.

Padres, hermanos, colegas, amores, compañeros, todas esas personas especiales que estando presentes llenan nuestras vidas, pero incluso estando ausentes, llenan nuestro espíritu. Todas esas personas que van dejando señales y que van colmando nuestras vidas de experiencias y sabiduría.
Tal vez si, fue un día de ociosidad, de nada que hacer, de llenar el aburrimiento con algo novedoso, o tal vez, una señal divina que entro en mi mente y me dispuso a buscar y con suerte, a encontrar. ¿Quién lo puede saber? Estaba definitivamente en búsqueda. No sé exactamente que buscaba, pero ahora puedo decir, con toda la certeza, que encontré mucho mas de los que buscaba. Encontré un escape, una salida al torbellino mental y emocional en el que estaba metida. Mi mente, mis sentimientos y toda mi vida, se había convertido en una madeja de estambre enredado, sin principio ni final. Probablemente la edad, el duelo por una reciente perdida, la rutina, el estrés, experiencias dolorosas, no puedo asegurar que me hizo llegar a ese punto de confusión emocional, solo sé que para mí, era urgente liberar la presión para poder continuar mi vida sin temor a una explosión, que finalmente acabara con todo. La punta de la madeja no puede perderse y se tiene que tener bien sostenida, para de ahí partir y comenzar a desanudar el hilo con el que se encuentra sostenida la vida.
Finalmente, por una cosa o por otra, te encontré y ha sido un hallazgo. Encontré, sin querer, una “persona especial”. Una en un millón, un garbanzo de a libra. Inmediatamente sentí la magia, la atracción instantánea. El gozo no por ver, sino por escuchar, por compartir, por entender, por encontrar. Una de esas personas que dan a manos llenas. Alguien, que aunque recordaba como generosa, no creí que lo fuera hasta puntos extremos. Un hombre con una vida tan completa y tan plena, que no duda en compartir y “guiar” a las personas que como yo, aún nos encontramos en la búsqueda de esa plenitud. Una amigo dispuesto a ser oyente de historias infinitas. Un maestro que comparte experiencias, aciertos y errores, ofreciendo aprendizajes de cómo es posible vivir intensamente disfrutando cada instante al máximo. Una de esas personas especiales que estando presentes llenan nuestras vidas, pero incluso si un día llegan a estar ausentes, su recuerdo permanecerá colmando nuestro espíritu.

Definitivamente nada dura para siempre, nada en la vida es eterno. Algún día esa persona especial regresará a donde siempre ha estado, lejos, muy lejos. Regresará a la distancia que yo misma le impuse hace muchos años. Yo volveré al lugar de sombra en el que estuve por mucho tiempo en su mente y en su corazón, y cada quien volverá a su vida. Puede ser que ese momento este cercano o puede ser que ese momento esté lejano, nadie lo sabe. Mientras ese instante llega, aprovecharé cada minuto, cada palabra, cada consejo, cada enseñanza. No intento más que saborear el gusto de la invisible presencia. Sin presión, sin exigencia, recibiendo con gusto los minutos o las horas. Esperando, recordando, disfrutando y aprendiendo el gusto por la vida, la pasión de la existencia y por la búsqueda constante de la felicidad.